POLITICA SIN ETICA
Si la política es el arte de consensuar y negociar, surge la pregunta. ¿Para que se negocia, para la obtención de un fin común de bienestar ciudadano o parar satisfacer intereses personales o de ciertos grupos? En este contexto, el ser humano asume la ética desde la reflexión o desde la práctica; o responde a sus convicciones éticas, o responde a soluciones prácticas no necesariamente éticas. Si la ética es un proyecto de vida que cada individuo lo construye desde su propia concepción de bien, los valores son una construcción social, por tanto deben ser compartidos, más aún en política, debería ser el pilar fundamental no solo de reflexión sino de acción, pero para tristeza y desencanto ciudadano, del dicho al hecho hay mucho trecho, vivimos un ejercicio político con relativismo ético, y es que cada quien se maneja como le parece o como le favorece. Sin embargo, hay valores que no se negocian, y que no van en bloque, los jerarquizamos, los priorizamos, y actuamos. La entrega a una causa noble como lo es gobernar, nace y se enriquece de una actitud auténtica de servicio, más no de una situación calculadora y superficial. Alcanzar fines colectivos y causar un efecto multiplicador de bienes y bondades en los ciudadanos requiere de una verdadera autoridad política, autoridad y credibilidad que se consigue con la acumulación de prestigio, que solamente nos otorga las buenas obras y no las muchas palabras. Mónica Banegas Cedillo
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