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VEEDURIA CONSTITUYENTE

De la corriente ciudadana a un nuevo régimen de partidos

El nacimiento de los partidos ha sido una consecuencia necesaria del régimen democrático representativo. Este,  y los partidos han surgido y se han desarrollado en estrecha vinculación y la transformación de los segundos ha influido sobre el funcionamiento del primero.

Los recientes resultados electorales traen consigo una profunda crisis de las estructuras partidarias tradicionales y el fortalecimiento  del discurso político-antipartidista, que desvaloriza la política representativa, se asimila a la clase política y a los partidos con las causas principales de las crisis nacionales.

Se dice que los pecados capitales de los partidos políticos fueron: el centralismo, el caudillismo, el autoritarismo, la intolerancia, el corporativismo, el monoculturalismo y la visión de corto plazo; y cuando estas situaciones se hacen presentes, es difícil que se pueda desarrollar una política capaz de satisfacer las necesidades de los ciudadanos, de hecho, los sujetos políticos que no han podido dar respuestas a estas crisis, han puesto en  serio riesgo a la democracia. Estos actores políticos no estuvieron capacitados para hacer frente al progresivo deterioro de la sociedad, agotaron su capacidad de reflexión, pero sobre todo perdieron la capacidad de hacer política. Sin embargo, esta no es una crítica al sistema de partidos, fundamental en una democracia representativa, sino un llamado de atención al actuar de quienes tuvieron el poder al interior de los mismos.

Por tanto y considerando el pronunciamiento de los ecuatorianos el pasado 30 de septiembre, esta pudiera ser la oportunidad para que, a tono con la demanda ciudadana surjan nuevos cuadros, partidos en donde sus militantes sean formados política e ideológicamente en una doctrina y principios, con una fuerte organización y disciplina, con estructuras directivas con dirigencias nacionales, regionales, provinciales y locales, de tal manera, que su influencia en la población esté dada por el trabajo político de sus militantes, más que por la influencia de sus líderes, solo así, serán capaces de recoger las complejas demandas de la sociedad, de procesarlas y de ofrecerles respuestas eficaces a sus aspiraciones. La representación política y los controles al ejercicio del poder a través de una activa participación ciudadana son dos condiciones básicas para la democracia, esta última se ha fortalecido precisamente como consecuencia del conflicto de la primera.

La participación no debe verse como una alteración de la representación sino como un mecanismo para fortalecerla y legitimarla. Mónica Banegas Cedillo. 

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