Para no olvidar
La Constitución de 1998 tuvo sus orígenes en la Consulta Popular del 25 de mayo de 1997, la pregunta realizada a los ecuatorianos decía: ¿Está usted de acuerdo en que se convoque a una Asamblea Nacional con el propósito de que se reforme la Constitución Política de la República? La consulta devela claramente que la Asamblea sería de carácter Constitucional con el único objetivo de elaborar un nuevo texto constitucional, el resultado fue por el sí. Sin embargo, el 7 de enero de 1998 a dos días de haber iniciado formalmente sus labores, la Asamblea decidió autodenominarse Asamblea Nacional Constituyente, por voluntad de los 70 asambleístas. Si bien es cierto, que es ir contra natura definir el poder constituyente jurídicamente, porque su definición en términos de legitimidad solo puede ser política, no obstante el titular del poder constituyente es el pueblo y no sus representantes. En la Constituyente de 1997 la mayoría que la conformaba era de la tendencia de derecha, representada por el Partido Social Cristiano y la Democracia Popular; y los representantes de la centro izquierda fueron minoría; en la actual Asamblea (que si es constituyente desde sus orígenes), las fuerzas políticas son contrarias, encontramos una derecha debilitada y en minoría frente a una mayoría progresista de izquierda y centro izquierda fortalecida. El Art. 1 del Reglamento de Funcionamiento de la Asamblea, la define como representante de la soberanía popular que radica en el pueblo ecuatoriano, que por su propia naturaleza, está dotada de plenos poderes. Se trata de un pueblo ecuatoriano que está representado por la voz y el voto de 130 asambleístas, propiciemos entonces un espacio democrático y pluralista que cumpla con este mandato ciudadano, eso es lo legal y legítimo en un régimen democrático, donde la minoría legitima las decisiones mayoritarias. La Constitución de 1998 al poco tiempo de elaborada, fue deslegitimada por las corrientes ciudadanas y los movimientos de izquierda, que no se sentían representados, y fueron los primeros en llamar a la construcción de una Nueva. Aprendiendo de la historia, la mayoría debe oír a la minoría, para que no sea esta, quien encabece la batalla de deslegitimación de esta nueva propuesta que recién empieza a construirse y en la que los ecuatorianos hemos depositado esperanzas. En Montecristi existe una leyenda que dice: Alfaro mantuvo viva la integridad nacional, y ya que hemos parafraseado cientos de veces a este Libertador, considerado el mejor gobernante del Ecuador y un verdadero estadista, corresponde a los asambleístas que lo han nombrado a viva voz, asumir con responsabilidad la participación real de la pluralidad de pensamientos que conforman la Asamblea. Mónica Banegas Cedillo
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